25 de diciembre de 2009
"Copy-paste" Is Not Theft!
17 de diciembre de 2009
Arreglar baches nunca fue tan tedioso
Caminaba por la calle Sucre disfrutando del clima de verano cuando, de repente, mis sentidos comenzaron a estimularse. Olor a petróleo, gritos de enojo e, incluso, vibraciones extrañas que movían todo el asfalto. “Optimus Prime”, pensé.
15 de diciembre de 2009
El eterno espíritu de Woodstock
10 de diciembre de 2009
A sangre fría entre el periodista y sus fuentes
-“Es como si Perry y yo hubiésemos nacido en la misma casa […] No hubo nada que yo haya podido hacer para salvarlo”
-“Puede que no. Pero la realidad es que no te interesó hacerlo”.
El fragmento anterior del guión de la película “Capote” reconstruye un diálogo donde el escritor Truman Capote, quien investigó un asesinato cometido en Kansas, Estados Unidos, deja en evidencia como se había involucrado afectivamente con Perry Smith, su fuente de información y quien finalmente fue condenado a muerte por el crimen.
La conversación demuestra, a la vez, la contradicción latente en todo periodista. Capote está interesado tanto en salvar al criminal de la pena de muerte como en publicar su obra. Él sabe que la muerte sería el final perfecto.
La objetividad fue siempre la primera gran regla del rigor periodístico. Citar fuentes múltiples y diversas, diferenciar la información de la opinión y procurar no especular con los hechos sino más bien comprobarlos son normas que todo buen periodista conoce a rajatabla.
Sin embargo, y al mismo tiempo, al periodista se le pide sensibilidad social, capacidad de extrañamiento, pensamiento crítico y libertad de expresión. Estas son condiciones sin las cuales un periodista jamás podría alertar a la opinión pública o producir textos interesantes y con sentido.
Por momentos, las técnicas y las exigencias profesionales colisionan con la subjetividad y los principios éticos de cada individuo. Está el caso de Truman Capote, quien al investigar un crimen para escribir su novela “A sangre fría” se apegó afectivamente a Perry, uno de los asesinos. Quien haya leído esta obra, sabrá que los criminales están humanizados y que hay una inocultable mirada subjetiva tanto en el tratamiento de la información como en la descripción literaria de los sucesos.
La relación con la fuente, entonces, ¿cómo debe ser? Algunos periodistas, como consecuencia de su rutina, están habituados a naturalizar escenas traumáticas que, en una situación normal, generarían un inevitable involucramiento emocional.
Sin embargo, esto atenta contra el extrañamiento. Asumir como cotidianos hechos chocantes puede ser un problema para un informador y para toda la sociedad. “Es muy común que con el paso del tiempo, cuando está en la calle, el periodista pierda la sensibilidad. Pero no es bueno porque se aleja”, comentó Federico Seeber, cronista de exteriores del noticiero de Canal 13 y de Todo Noticias, y agregó que “la idea es contarle a la gente lo que está pasando, y si no se siente es muy difícil reproducirlo. Es un límite delgado pero hay que saber manejarlo, hay que saber involucrarse en la noticia”.
Algunos otros se aferran a los protagonistas de sus historias y no sólo producen textos con toques de subjetividad, sino que suelen tergiversar involuntariamente la información a partir de su protagonismo en la escena.
Gustavo Carabajal, periodista del diario La Nación, quien en diciembre de 2005 cubrió la tragedia en el boliche República Cromañón, admitió que “es difícil mantener la objetividad después de ver eso, cómo se muere la gente al lado tuyo. Traté de mantenerla, pero fue difícil. Uno no es perfecto”. En el periodista se produce, entonces, un debate interno: ¿debo responder a mi corazón o ser un profesional? ¿Acaso no deberían coincidir?
“Lo que hay siempre en cualquier periodista es el esfuerzo por mantener la distancia respecto de las fuentes, más allá de las cuestiones emocionales. Que se haga el esfuerzo no quiere decir que se logre, pero en ese esfuerzo está la honestidad”, aseguró el editor y columnista político del diario Clarín, Eduardo Van der Kooy.
Sin embargo, el género conocido como Nuevo Periodismo y sus diferentes sub-géneros como, por ejemplo, el periodismo “gonzo” –como se denomina a un estilo que habilita un acercamiento directo con el objeto de la información-, apuntan a que el periodista sea parte activa en su historia. Los investigadores pasan a ser protagonistas, como en un thriller norteamericano, y escriben lejos de la tradicional estructura impersonal de la pirámide invertida.
Van der Kooy cree que “si es un caso policial que tiene un desarrollo y que luego se cierra, que después mantengas vínculo con las personas que en ese tiempo fueron fuentes, no me parece objetable”. De todas formas, aclaró que “si esa gente sigue siendo usina de información tuya porque el caso no fue cerrado, estas tiñendo de parcialismo la información que registras”.
En primera persona
“Ese día en Cromañón se quedó una parte mía. La idea del impulso de entrar al boliche surge porque, cuando me acerqué a la puerta, estaba tratando de averiguar lo que pasaba adentro. Me aproximé a una pareja y me identifiqué como periodista. Les pregunté que les había pasado y la chica me insultó. (‘Los periodistas están buscando siempre sangre’, me dijo).
"En ese momento dejé a un lado la función como periodista y me sentí golpeado y conmovido por lo que me había dicho. Me sentí una basura. Entré a Cromañón y vi que a un chico lo estaban trayendo a la salida, arrastrándolo. Ayudé a sacarlo, luego volví a entrar y ayudé a una chica que no podía moverse. Y salí con ella. No pude volver a entrar porque adentro no se podía respirar”, relató Carabajal.
El periodista de La Nación aseguró que en la cobertura informativa de los hechos encontraba una descarga emocional. Gracias a ello supo sobrellevar el impacto e incluso hizo buenas relaciones con ciertos familiares de víctimas, siempre manteniéndose al margen para ser objetivo. Sin embargo, admitió que “a veces todavía me despierto a la noche escuchando el grito de los padres. Nunca pedí asesoramiento psicológico. Creo que lo estoy sobrellevando”.
Como explica Daniel Santoro en sus “Técnicas de investigación”, la fuente debe estar lo suficientemente cerca como para darnos la información y lo suficientemente lejos como para publicarla. En su libro, Santoro sostiene que la responsabilidad última es para con los lectores y no para con nuestros entrevistados. “No hay que perder de vista que uno es un vehículo para contar la noticia a la gente. Un vehículo que no puede paralizarse. Alguien tiene que comunicar”, coincidió Seeber.
Por su parte, Van der Kooy asegura que nunca se encariñó con una fuente, pero que sí considera que mantuvo una relación de conveniencia necesaria. “Lo que ha ocurrido es que, de pronto, indudablemente, uno no tiene el mismo vínculo con todas las fuentes. No es lo mismo una fuente circunstancial que una fuente de personas muy vinculadas al poder económico que son fuentes claves”, comentó.
En cuanto a Seeber, alguna vez tuvo buena relación humana con una fuente. De todas formas, el cronista de TN se defendió diciendo que sólo cuando ya no le servía como informativa. Sin embargo, no niega que muchas veces trató a sus fuentes amistosamente sólo por conveniencia. “No podemos trabajar si no es con fuentes. Recavar la información con la experiencia sola es imposible”, argumentó.
El editor fotográfico del diario Perfil, Luis Pozzi, habló acerca de sus experiencias en el trabajo de campo. A raíz de la cobertura del choque de un subterráneo de la línea D en Plaza Italia, Pozzi relató su experiencia de apego con la nota. “Por error humano se mató un montón de gente. Casi no fui a dormir porque me enganché mucho con esa nota. Dormí dos horas nada más”, relató.
En tanto, sobre la relación de conveniencia que mantuvo con las personas que fotografió dijo que, al ser su único objetivo entrar al túnel del subte y tomar imágenes del accidente, tenía que lograrlo de algún modo. “Estaban los bomberos haciendo las obras para destrabar el tren. Me presenté como el fotógrafo de la policía (que no era) y logré que me dejaran entrar. Mi meta era conseguir la foto”.
7 de diciembre de 2009
Los consagrados animan a los muertos que caminan
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