>> Estuve en el BAFICI, me le animé al stop motion, vi la película "Prometheus' Garden" y salí alucinando. A continuación, mi experiencia y la breve reseña.
Decidido, esta vez, a no dejar pasar el BAFICI (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente) entré al Shopping Abasto y me dirigí a su cine "Hoyts". Atravesé un mar de “indies” con looks eclécticos -mezcla entre Tim Burton y Floricienta-, llegué al cajero y le dije: "Déme entradas para la película más bizarra del festival". Así fue como me dispuse a ver una rareza: cine de "Stop motion".
"Stop motion" es una técnica de animación que consiste en dar movimiento a partir de una sucesión de imágenes fijas. La frecuencia de grabación es, al igual que en cine, de veinticuatro imágenes por segundo para que el ojo humano pueda percibir un movimiento continuo. Para un minuto de grabación se necesitan 1500 imágenes fijas aproximadamente. Para quien no cazó, esta técnica fue usada en "Pollitos en fuga" y en todas las películas cuyos personajes están hechos con plastilina.
Mi cara al sentarme en la butaca y descubrir que los protagonistas eran de ese material fue larguísima. "Tendría que haber elegido yo la película", pensé. Sin embargo, pasó el tiempo y descubrí que: 1) yo no estaba drogado, sino que era el efecto hiperactivo de la música y los planos enganchados; 2) no tengo que subestimar una película por el simple hecho de que esté hecha con Play-Doh; 3) todo en el mundo está hecho de la misma materia por el demiurgo.
La película, de origen estadounidense, se llamaba "Prometheus' Garden" y representaba, supuestamente, el mito griego de Prometeo. Su director, Bruce Bickford, fue animador de Frank Zappa y, al parecer, está loco. Basta decir que la película dura 28 minutos para que cualquier lector avezado comprenda por qué Bruce estaría pirado.
Entre cambios de personajes, de escenarios y de sentidos, el film llega a marear a la audiencia metódica que intenta buscarle un sentido a algo que parece no tenerlo. De todas formas, la continuidad de los planos y el estilo único de Bickford hacen aplaudir la obra sencillamente por la capacidad artística de su creador.