28 de octubre de 2009

Hasta los carteles son como uno

>> Advertencia: cualquier estudiante de la UBA puede sufrir un paro cardíaco al ver la siguiente foto. O cagarse de risa...

"¿Es joda?", pregunté. Caminando por los pasillos de la Universidad Católica Argentina con una amiga, nos encontramos con el colmo de la conchetada. Es de esperar que algunos alumnos estén alienados, pero ¿los de “Institucional” también?

Un cartel ubicado en la puerta de las escaleras anuncia que por ahí se sale al “BREAK”. Ya de por sí, señalizar al “break” como si fuese algún aula o la oficina del director es bastante ridículo. Pero además, ¿qué necesidad vio la intendencia de usar el término en inglés y no en castellano? En San Isidro, que yo sepa, hablan en español…

Esta es una de las tantas cosas que encuentro día a día mientras estudio y me hacen cuestionar: ¿no pueden destinarse los excedentes a otra cosa más productiva que carteles innecesarios o metegoles en los diques?

Cansados de tanto caminar los pasillos, mi amiga me miró con extrañeza y, declarándome prácticamente “idiota” con su cara, me dijo: “es porque los extranjeros que vienen de intercambio no entienden otro idioma y porque, además, en las universidades yankees siempre se instalaron carteles de salida al recreo”. “Ah”, le contesté…

27 de octubre de 2009

Un coro interpretó el sonido de una tormenta

>> La suavidad con la que empieza a llover, la intensidad de los truenos y el final del temporal parecen reales, aunque en realidad todo eso fue generado solo con aplausos y zapateos. ¡Esto sí que es arte!

Hace mucho había visto este video y me quedé sin palabras. Perpetuum Jazzile, un coro esloveno de jazz y música popular, imita casi a la perfección el ruido de una tormenta. Les recomiendo que cierren los ojos, ya que así el sonido parece más real.


25 de octubre de 2009

Cuando la autoayuda se convierte en un vicio

>> Los libros de este rubro encabezan las ventas en las librerías. Pero detrás del éxito comercial surge un riesgo creciente: la adicción que produce este género en muchas personas.

Son las ocho de la noche. Mario apaga su televisor y se dirige a la mesa del comedor. Sobre ella, una nota dice: “cena con amigos a las 20.30”. Junto al papel reposa un libro con el título “Gente Tóxica”. Mario titubea unos segundos, hasta que se decide por agarrar el libro y llevárselo a su cama, olvidándose de la nota y de sus amigos.

En Amazon.com, una de las librerías en Internet más populares, se ofrecen más de 18 mil títulos de autoayuda. La mayoría de ellos tratan acerca de cómo conseguir el éxito económico, una autoestima elevada o, incluso, cómo relacionarse sanamente con los demás. Luego de leer un libro de autoayuda, las personas suelen sentirse satisfechas: creen poseer todas las herramientas para salir de cualquier crisis.

Sin embargo, ya son varios los casos en los que, como Mario, los libros de autoayuda van en contra de lo que predican. Es que hay personas que se reconocen adictas a este género. Según ellos, un círculo compulsivo del cual no pueden salir los obliga a comprar estos libros constantemente y, una vez que terminan de leerlos, la autoestima se les transforma en egoísmo, la confianza en soberbia y los objetivos de la vida en meros bienes materiales.

En la Argentina, estos libros ocupan, con frecuencia, los primeros puestos entre los más vendidos de no ficción. En las librerías del grupo ILHSA S.A., como Yenny o El Ateneo, se venden, actualmente, 3.656 títulos de este género. Entre ellos, 1.309 son de superación personal y 390 son de terapias alternativas, mientras que el resto se divide en temáticas tan variadas como maternidad o finanzas. Los libros de autoayuda tienen un 18% más de ventas que los libros de divulgación científica. Los precios aumentan y eso es porque la gente los demanda.

Mario, de 50 años, se reconoce como adicto a la autoayuda. Detrás de él, una biblioteca contiene libros como El Camino a la Auto Dependencia de Bucay, Padre Rico Padre Pobre de Kiyosaki y El Combustible Espiritual de Ari Paluch. “Suelo ser adicto a todo, incluso a esta literatura. Me parece fácil y muy eficaz”, confesó Mario, y agregó: “Puedo aplicarla a los verdaderos problemas de mis días…”.

¿Es posible ser adicto a un libro de autoayuda? De acuerdo al psicólogo especialista en adicciones y ex jefe de residentes del hospital Tornú, Carlos Barzani, “el objeto de la adicción es irrelevante”. El punto de la adicción “pasa por el tema de la angustia. Si la persona no puede dejar de hacer lo que hace ya que, sino, se angustia, es adicta”, manifestó.

Por su parte, la doctora en Ciencias Sociales Vanina Papalini –quien lideró la investigación Literatura de autoayuda, una subjetividad del sí-mismo enajenado, propulsada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)- dijo que no cree que exista una “lectura compulsiva”. “Veo poco probable que las personas lean compulsivamente, es contradictorio con la práctica de la lectura misma”, opinó.

Alejandra, de 41 años, vive a tres estaciones de tren de Mario. Aunque ella lo niegue, tanto sus dos hijas como su esposo aseguran que Alejandra es adicta a la autoayuda en general y que, si bien parece un chiste, les trae complicaciones. “Se angustia cuando no tiene libro sobre el cual basarse”, comentó su hija. “Mi esposa tiende a deprimirse mucho. Una vez encontró en un libro de Bucay un consuelo, y desde entonces cada vez que cae se apoya en uno de estos textos y cree que con leerlos basta”, explicó su marido.

“El libro de autoayuda es un sustituto suave que sirve para situaciones tipificadas en salud mental. La identificación del problema puede suponer autodiagnóstico”, aseguró Papalini. Sin embargo, agregó que “pueden servir para detectar la gravedad o, por el contrario, generar el mismo efecto de adaptación a las circunstancias”. Como en el caso de Alejandra.

De todas formas, ser adicto a la lectura no parece algo por lo que una persona debería preocuparse. “Hay objetos más peligrosos que otros. Si el objeto de adicción es, por ejemplo, la pasta base, es más peligroso que otro con más tiempo para ser tratado”, afirmó Barzani. Sin embargo, aclaró que la adicción, sea cual fuere el objeto, “es un asunto para prestarle atención”. Los problemas son la obsesión y la angustia que llevan a romper relaciones sociales, como en el caso de Mario.

“Las relaciones sociales sirven de contención; cuando éstas se deshacen -en las ciudades de gran tamaño, hay una pérdida real de ámbitos y tiempo para la socialización- el sujeto queda solo, y echa mano a formas individuales de resolución de sus problemas”, dijo Papalini.

Para la investigadora, el individualismo propio del neoliberalismo de los ´90 es causa y consecuencia de la lectura de libros de autoayuda. “Esta literatura tiene un efecto de “aprestamiento” social: indica modalidades de resolución de los problemas cuya clave pasa por el individuo”, aseguró.

Un libro no debería reemplazar a un amigo o a un psicoanalista. Asimismo, es importante que los lectores de autoayuda, adictos o no, entiendan una cosa: estar aburridos de la monotonía, pasar un momento económico complicado o sentir tristeza es normal en un ser humano, por lo que no deben confundirse estos estados con la depresión. “Hay una sobre exigencia, que presupone comprender al ser humano como una máquina que no siente. Si asumimos esto, vemos nuestro límite. Mi opinión es que ese límite es, justamente, la condición de nuestra humanidad”, señaló Papalini.


Escrito para CincoW.

23 de octubre de 2009

Esperar hasta el matrimonio NO ES NEGOCIO

>> Y mirar este video por segunda vez en mi vida tampoco. ¿Alguien me puede explicar de qué sirve aguantarse las ganas hasta el casorio?

Girando por Internet me topé con un video que hace mucho no veía. En el mismo, dos “hombres” poco viriles, acompañados por dos chicas, bailan ridículamente una empalagosa canción que pretende convencernos a nosotros, los jóvenes progresistas del nuevo milenio, de que el sexo después del matrimonio es la mejor y única opción.

Estoy refiriéndome, como ya deben saber, al clip de Los Happiness, “Amo a Laura, pero esperaré hasta el matrimonio”.

Al revés de como se cree, el video no es real. Si bien se decía que fue producido por una organización cristiana llamada "Asociación Nuevo Renacer, por una Juventud sin Mácula", en realidad estuvo a cargo de un famoso canal musical de televisión cuyo auge, en Argentina, fue en el 2000. El objetivo de la producción era el de satirizar a los grupos extremadamente conservadores.

En su momento –año 2006- no paraba de reírme con mis amigos de semejante despropósito. Sin embargo ahora, con un par de años más en mi haber, me pongo a reflexionar: ¿es bueno el sexo antes del matrimonio?

La verdadera alianza entre dos personas se da en el momento en que empiezan a amarse y no cuando firman papeles o se ponen anillos. Algo tan sagrado como el casamiento no puede reducirse a un simple ritual humano. Es algo más "metafísico". Por ende, si dos personas se aman –es decir, están unidas por Dios- pero no se casaron –es decir, no están unidas por ninguna institución humana- pueden tranquilamente mantener relaciones sexuales y “ser los dos una sola carne”.

También hay otros argumentos, bien banales y no tan filosóficos. Algunos a favor –como la despresurización de tensiones, la creación de amor, el placer- y otros en contra –haciendo el amor antes de tiempo se “muere la magia”, cedemos fácilmente ante la tentación, podemos caer en la promiscuidad-. No voy a enumerarlos a todos. Así que, simplemente, dejo abierto el debate…

Como sea, no dejen de ver la imitación que le hicieron al video. Bastante graciosa, por cierto.

18 de octubre de 2009

Bitácora de viaje: Machu Picchu - perdidos en la selva

>>El último verano me fui de mochilero de Salta al Machu Picchu con dos amigos. El siguiente es un fragmento del "diario de viaje":


Valle Sagrado del Inca, cuenca del río Urubamba.-

Día 8 - Enero del 2009.-

El olor a humedad se sentía, pero no era ni parecido al de la ofuscada ciudad. Más bien me sensibilizaba hasta las más profundas fantasías, recuerdos de una infancia anhelante de aventuras. Y acá estaba, queriendo volver…

Hace dos días ya que nos habíamos alejado del Cuzco. Pasar la noche en medio de la selva no estaba en nuestros planes, pero gracias a una mala organización, perdimos nuestro tren y no pudimos volver.

Anduvimos caminando por más de dos horas en una cargada selva, cuyo forraje floral estaba constituido de las más exóticas especies. El camino lo formaban molestas y afiladas piedras, componentes de un perfecto terraplén que sostenía unas viejas vías de tren. Cada paso que daba oscilaba entre la madera de la vía o la roca del suelo, haciendo que mi andar fuese pesado y dificultoso. Cada tanto, un descendiente de algún lejano Inca o un turista gringo se nos cruzaba a contra camino y nos informaba sin aliento que aún nos quedaban varias horas de caminata. El tramo era espinoso…

Veníamos de escalar el imponente Wayna Picchu. No habíamos comido más que un paquete de galletitas. Para tomar solo teníamos un litro de agua recogida de un arroyo. Era evidente, ya alevoso, que nuestros cuerpos exigían nutrirnos. Pero, ¿con qué?

Nuestro andar siguió pese a las quejas. A paso firme y redoblado, acostumbrados a un ritmo más por inercia que por disciplina, llegamos a la planta hidroeléctrica. Un torreón metálico, que emitía un sonido idéntico al que emiten las naves espaciales de “Star Wars”, sobresalía de las copas de los árboles. A su alrededor, la nada misma. Ni una voz, ni un humano. Solo nosotros y el entorno, escalofriante.

Habíamos perdido el tren y, como consecuencia, ahora tampoco podíamos volver al Cuzco. No solo estábamos en medio de una selva inhabitada, sino que también era el centro de Sudamérica, el norte del Perú, lejos de nuestra Patria. Sólo teníamos nuestros cerebros, nuestro aguante y lo que más sea…

Sentíamos una creciente preocupación. Creí ver en los rostros de mis amigos miedo y resignación. Nos sentamos, miramos el paisaje. A través de las plantas se divisaba un inmenso precipicio. Enfrente de nosotros, una alta montaña nos hacía frente. Nos sentamos en un lugar desde donde podía apreciarse todo el valle, y terminamos por darnos cuenta que no había ninguna ruta, ningún camino. Solo kilómetros y kilómetros de selva.

Contemplamos el cielo, nos miramos entre nosotros y decidimos no dejar que el azar nos gane. En ese momento, me pareció escuchar el ruido de nuestros cerebros funcionando…En realidad era un camión que se acercaba de la nada. Dios nos había escuchado…

14 de octubre de 2009

El Secreto de sus Ojos: ¿En qué se parecen la justicia argentina y el amor?

>> La justicia pospone un caso y nunca más decide cerrarlo. Los humanos dejamos pasar el amor y, por miedo, no lo revelamos. De novedosa actuación e impecable dirección, El Secreto de sus Ojos maravilla a la audiencia.

Insertos en la resolución de un crimen cometido hace 30 años, los ojos de los protagonistas delatan el amor que hace tiempo se tienen y nunca se animaron a expresar. Escrito, dirigido y montado excelentemente por Juan José Campanella, este film contiene todo lo que una película necesita para recibir méritos. Una joya del séptimo arte nacional que, sin duda, quedará en la historia.

Benjamín Espósito (Ricardo Darín) e Irene Menéndez Haskins (Soledad Villamil) se reencuentran luego de años de trabajar juntos en el Palacio de Justicia de Tribunales. Espósito, convencido de que un caso que no pudo resolver antaño le cambió la vida, decide volver y terminar por definirlo. Pero a su retorno se encontrará con una cuestión más importante y aún también sin resolver: los ojos de Irene lo aman.

Con un manejo de la dirección de actores muy detallado por parte de Campanella, los intérpretes consiguen ser naturales. Se distingue la actuación de Guillermo Francella, quien se atrevió a salir de su común "Pepe Argento". Entre él y Villamil, la película adquiere cuotas de humor justas, que no degeneran la historia pero la hacen ágil y divertida.


La idea detrás del tema es clara: por un lado, una acertada visión sobre el desastre judicial en la Argentina y una seria condena al régimen militar de los setenta. Aunque la historia justifica la justicia por mano propia, se argumenta en que el Poder Judicial argentino no nos deja otra opción.

Por otro lado, la falta de comunicación entre dos personas que se aman puede llevarnos a vivir una vida próspera pero vacía. Los protagonistas solo tienen sus miradas para expresar, en secreto, lo que se sienten. Y recién luego de 30 años son capaces de ceder ante el orgullo y vivir el amor.

Merece la pena describir la escena en la que Espósito va a buscar al sospechoso del crimen a la cancha de Huracán. Sin duda alguna, un trabajo de edición y rodaje impecable, en el que la cámara sobrevuela el estadiocon un movimiento armonioso y arriesgado. También el uso que hace Villamil de sus ojos, de realidad insospechable, sumado al “close up” del cámara sobre su mirada, hacen que el discurso termine por demostrarse como fabuloso.

Sin lugar a dudas, El Secreto de sus Ojos es una película que a cualquier argentino le daría orgullo ver. Una vez más queda demostrado que, aunque con poco, tenemos grandes artistas.